En verano, a causa de las altas temperaturas, aumentan las probabilidades de padecer deshidratación y algunas enfermedades. Especialmente en bebés, niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas, son más propensos a sufrir cuadros como intoxicaciones, diarreas y deshidratación.
Alimentate de forma variada. Priorizando los alimentos frescos o crudos (bien lavados). Lo ideal es comer 5 porciones diariamente, entre frutas y verduras de todos los tipos y colores.
Evitar las bebidas alcohólicas o demasiado dulces, infusiones calientes y alimentos con elevado contenido de grasas, azúcar y sal (gaseosas, aguas saborizadas, productos de copetín, etc).
Es muy importante que poner especial cuidado en el manejo y consumo de los alimentos. Respetar la cadena de frío y evitar la exposición de los productos al calor.
Tomar más líquido del habitual. Se recomienda al menos 8 vasos de agua al día.
Evitar las bebidas azucaradas y el alcohol.
Llevar una botella de agua mientras se traslada por la ciudad.
No esperar a tener sed para hidratarte. La sed se presenta cuando ya hay una carencia en el cuerpo.
Servir agua para acompañar las comidas y tener siempre disponible una jarra en la mesa.
Ofrecer agua frecuentemente a niños y a los adultos mayores.
Es importante que siempre haya un adulto que sepa nadar controlando a los niños.
Evitar que los chicos jueguen o se sumerjan en aguas no autorizadas o desconocidas.
Enseñar a los chicos a nadar y a respetar las señales de peligro.
Tener presente que los más chicos pueden ahogarse en poca agua y en pocos minutos.
Cambiar el agua de la pileta diariamente o agregarle cloro.
Evitar tragar agua.
Nunca te bañarse en agua estancada.
Siempre lavarse las manos con agua segura y jabón después de ir al baño.
Salir del agua rápidamente.
Ponerse ropa y calzado secos.
Salir de la zona de playa.
No refugiarse bajo un árbol, un paraguas o una sombrilla.
Alejarse de los objetos metálicos.